La pasada noche de San Juan nos reunimos unos amigos, y como no teníamos intención de emborracharnos, nos hechamos una partida de rol, que siempre es más gratificante.
Relatare los sucesos tal y como ocurrieron (podría modificar pequeños detalles por tal de mejorar el relato, pero dudo que alteren el significado) y podría darse el caso de que me dejase algunos detalles, pues lo estoy escribiendo de memoria:
La localización exacta es la “Última Posada”, una humilde posada situada a unos 30 kilómetros del linde Este del Bosque de los Trolls.
Es una tarde como cualquier otra; el invierno se marcha para dejar paso a la primavera, los árboles están verdes y la suave brisa que sopla es agradable, siempre y cuando se disponga de alguna prenda de abrigo.
La aventura comienza en el momento en que llegan a la Última Posada dos hombres; Sadlemor el Montaraz, con su arco y carcaj colgado a la espalda y su espada en el cinto y el Maestro Espadero Migueru, con dos espadas de doble puño colgadas a los lados de su cinturón de piel, y una rodela con la marca de la casa de Theoden colgada a su espalda. Al entrar a la posada, se dirigen hacía la barra. Migueru pide un vaso de agua que el amable posadero le sirve casi al instante y Sadlemor le pregunta por las letrinas, mientras el amable señor se lo indica, entran en la posada dos aventureros más; el primero en “aparecer” es Kon, un monje procedente de Rhovanion, seguido por un enorme Beórnida de casi 2 metros, ataviado con sus pieles de oso y su lanza colgada a la espalda.
El monje se dirige hacia una esquina retirada de los ojos ajenos y se sienta en el suelo, de rodillas, para descansar tras su largo día de viaje y reponer algo de fuerzas. Atharaigas el Beórnida se sienta en un taburete cerca de la barra y pide al tabernero un vaso de ron, mientras este mirar de reojo al peculiar monje. Cuando le es servido el ron, Atharaigas inicia una conversación con el posadero, sobre la concurrencia de la posada en los últimos días, de la que no obtiene nada de utilidad; también reserva una habitación en la posada para la noche que e avecina.
Apenas han pasado unos minutos, cuando vuelve Sadlemor de la letrina, pide un vaso de leche al tabernero y se dirige al centro de la taberna, apoya su mano derecha en el cinto y en una postura la mar de chula, se lleva el vaso de leche a la boca, y allí permanece, como el que no pinta nada, en medio del local.
La puerta de la posada se abre de nuevo, y una hermosa y joven elfa Silvana aparece, Fionlaürea la llamaban algunos; decididamente se dirige a una mesa vacía y allí se sienta, sin mediar palabra alguna. Lleva un carcaj y un arco largo colgado ala espalda y detrás suya, la empuñadura de una espada corta sobresale de su capa.
Entonces, Migueru se dirije a Sadlemor y le invita a sentarse con el junto a la barra, a lo que modestamente, Sadlemor responde que no puede, y allí sigue, en medio de la posada, de pié, con su jarra en la mano.
Es en ese momento, cuando Oldon, el enano errante del Brezal Seco entra a la posada, abrigado por una piel de lobo blanco y con una enorme maza y un hacha de combate a dos manos colgando de su espalda.
Mientras Fionlaürea se dirije a la barra, Sadlemor le confiesa a Migueru que después de su visita a la letrina no tiene el “cuerpo” como para sentarse, pero acepta permanecer de pié junto a la barra, haciendo compañía al Rohir.
El enano “escala” a un taburete, y una vez sentado pide una cerveza, a la vez que a la elfa se le sirve su jarra de aguamiel; es entonces, cuando el monje sale de su letargo, levanta la vista y mira hacía la barra, se pone en pié y con paso decidido se dirige hacía allí.
Cuando se encuentra tras el enano, acerca su mano hacía la piel de lobo blanco que lo cubre y empieza a acariciarla, mientras gira su cabeza, mirando hacía otro lado y unas lágrimas de dolor resbalan por su rostro.
Nadie se percata de nada raro, cada uno va a lo suyo, pero es entonces, cuando el enano nota las “caricias” del monje, y cual perro rabioso, se gira en su taburete, jarra de cerveza en mano y la estampa en la cabeza de Kon; el cual, empapado en cerveza y sin dejar de acariciar la piel sigue llorando. De repente, el llanto se acaba, y con un rápido movimiento de brazos, Kon se hace con la piel de lobo, se la hecha al hombro, se da media vuelta y mientras el alterado tabernero reclama 3 monedas de estaño por el desperfecto (refiriéndose a la jarra de cerveza) el monje se dirige lentamente hacia la puerta de la posada.
Oldon salta del taburete, y se arma con su pesada maza y sale tras el monje, con violentas intenciones, es entonces, cuando Migueru el Rohir, se interpone entre ambos, y dirigiéndose a ellos reclama una explicación.
El encrespado y mal hablado enano insulta al monje, mientras ordena que le sea devuelta su piel de lobo; en ese mismo instante el posadero, todavía mas alterado reclama a gritos que le paguen su jarra; pero el enano se niega a pagarla y el monje no dice palabra alguna, permanece de espaldas, quieto, con la piel en el hombro.
Es entonces cuando Migueru, en un intento por calmar la situación, paga las 3 monedas de estaño al posadero y pide amablemente al monje que le sea devuelta la piel al enano, cosa que este rechaza, se gira mirando fijamente al enano a los ojos, y es cuando cruzan una mirada de odio que podría haber fulminado a un oso. Sin cambiar su expresión, el monje pide un precio por la piel del lobo; a lo que el Rohir, intrigado, responde preguntando sobre el interés del monje a cerca de la piel, este contesta que ese noble animal, se merece un entierro digno.
Aquí es cuando las cosas empiezan a aclararse, Kon, el monje, pertenece a un templo de los bosques de Rhovanion, donde adoran a los lobos como únicos y verdaderos Dioses, pues según su creencia, nosotros, los humanos, descendemos de ellos y les debemos respeto y adoración eterna, de ahí que se pusiera tan serio cuando vio que lo que portaba el enano a sus espaldas era una capa de piel de lobo blanco.
Retomando la história; el enano sigue empuñando su maza y maldiciendo al monje mientras este, impasivo no hace mas que solicitar un precio por la piel de lobo, a lo que recibe una dura respuesta; la piel de lobo no está e venta, ni tiene un precio fijado, pues al lobo lo mató el enano con sus propias manos!
Después de la dura noticia, Kon dirigió una mirada de furia contenida al enano, y este, sin amedrentarse lo mas mínimo le devolvió la mirada.
Migueru, intentando arreglar la maltrecha situación, hizo de intermediario, solicitando al monje que abonase una cantidad de dinero a cambio de la piel, la cual fue rechazada por el enano, porque este lo que quería era su piel. En ese instante, Sadlemor, tras acabar su jarra de leche, se acerco a Migueru y dirigiéndose a Oldon, le expuso una idea, para permitir al monje quedarse con su piel, a cambio de que, aprovechando la cercanía del Bosque de los Trolls, ellos dos, el enano y el monje partieran de cacería a por la presa que al enano se le antojase; exceptuando a los lobos.
El monje acepto y el enano, aunque a regañadientes, también lo hizo; entonces, Kon se dio de nuevo media vuelta y prosiguió su camino hacía la puerta de la posada, el enano y los demás no daban crédito a sus ojos, el monje se marchaba, le llamaron la atención y a pocos metros de la puerta, sin girarse, el monje dijo que ante todo el entierro tenia prioridad y que enterraría al lobo y volvería, obviamente, el enano no le iba a permitir huir con esa excusa, ya que ante todo, la piel seguía siendo suya.
El monje apenas había dado dos pasos, cuando en alguien le hablo desde la barra, en Nahaiduk, el idioma de su tierra Rhovanion, sorprendido, Kon se giró y era el Beórnida Atharaigas quien le había nombrado. Tras mirarlo un breve momento, Kon se acerco al Beórnida, y cuando estaba a su lado, este le pregunto hacía donde se dirigía. Educadamente, antes de contestar el Monje se presento, y solicitó el mismo cumplido; seguidamente, mantuvieron una charla en Nahaiduk, idioma que nadie más de los presentes en la sala conocían, así pues, Kon supo que Atharaigas se dirigía hacía el Oeste, en la misma dirección que el quería tomar, y que iba a reunirse con Luthus, un huargo que habita en las quebradas de los túmulos.
Como bien es sabido, los huargos son lobos, pero corrompidos por el mal, extremadamente salvajes e inteligentes, algunos incluso son capaces de hablar, y dada la situación y su adoración a los lobos, Kon solicitó al Beórnida el privilegio de acompañarle y reunirse con Luthus. Atharaigas aceptó, y quedaron en partir al día siguiente, temprano. Entonces, el Beórnida le pidió a Kon si podía ver la piel de lobo, la que le había robado al enano, y fue en ese preciso instante, cuando Kon le tendío la piel a Atharaigas, que Oldon, intentó hacerse con ella de nuevo, pero fue un intento fallido, pues con su 1,45m de estatura poco podía hacer frente a los 2,05m del Beornido y el 1,84 del monje.
Tras observarla detenidamente, mientras el enano brincaba a sus pies, intentando cazar al vuelo la piel que pasaba de una mano a otra, el Beórnida le dijo al monje que el había conocido a ese lobo, y le preguntó al enano donde había cazado a ese animal. Oldon, mirando hacía arriba y con tono descortés le comentó que a ese lobo le había dado muerte hacía varios meses, al norte, muy al norte en las Heladas tierras de Farlean, mientras se dirigía hacía aquí.
Atharaigas, en vez de devolver la piel a su legítimo dueño, se la tendío de vuelta a Kon, quién se la había mostrado, a cambio recibió una hostil mirada por parte del enano, que vio truncada la esperanza de recuperar su piel.
Kon invitó al Beórnida a partir con el a la cacería nocturna junto con los dos humanos y el enano, y aunque en un principio se mostró reacio a acompañarle, tras insistir un par de veces, Atharaigas aceptó. El monje dio media vuelta, y se dirigía de nuevo hacía la puerta, pero esta vez tampoco avanzo mucho, porque la elfa le detuvo, y mirándole a los ojos le pidió amablemente si ella también podría asistir al funeral de la criatura de los bosques. Esbozando una sonrisa, Kon asintió, y mirando a todos los demás, Migueru, Oldon, Sadlemor y Atharaigas, pregunto si estaban listos para partir. Se reunieron en medio de la posada, todos de pié, y decidieron presentarse, tras las formalidades, se dispusieron a abandonar la posada.
Estaba anocheciendo, y apenas se distinguía si en el cielo habían nubes o no; nada mas poner un pie en la hierba, Sadlemor se quedo mirando el cielo, fijamente, y no aparto la mirada hasta que Atharaigas, al pasar por su lado le dijo con un tono algo cortante, que no había proximidad de tormentas, podían viajar tranquilos, y así retomó el paso el montaraz. A la cabeza de la pequeña compañía iba Kon, con la piel de lobo al hombro, a su lado Fionlaüra, la elfa, inmediatamente detrás Oldon y Sadlemor, más atrás todavía Migueru y para cerrar, en la cola, Atharaigas.
Cada vez oscurecía más, aunque todavía disponían del anaranjado tono del atardecer para guiar sus pasos. Cuando escasamente llevaban una hora de camino, divisaron los lindes del bosque tras subir una pequeña colina, ya estaban llegando, aunque en poco rato necesitarían luz para poder seguir la cacería.
Llegaron al Bosque de los Trolls, y siguiendo el camino se internaron en el bosque. De cierta manera, nadie sabe que andaban buscando, simplemente andaban, algunos buscando una presa y otros, o mas bien dicho, otro, lo que buscaba era el lugar donde dar entierro al desdichado lobo.
Apenas habían recorrido un kilómetro, cuando una piedra impactó en el hombro de Kon, que iba a la cabeza de la fila, y le hizo caer, quedando postrado de rodillas, con un intenso dolor. Nadie sabía de donde procedía la pedrada, y a todos, excepto a Migueru les pareció que había salido de entre los árboles que guardaban el camino; pero el Rohir, que siempre viaja atento, sabía que no era así, la piedra la había lanzado uno de los dos compañeros que tenía delante; Oldon el enano, o Sadlemor, el montaraz; haciendo caso de su fe y confianza hacía el montaraz, dio por sentado de que se trataba del enano, pero aún así, prefirió callarse.
Aprovechando ese momento de flaqueza, Oldon se acerco al monje, y estando este aturdido, le arrebato su capa de piel de lobo, y le dio una buena colleja, sin recibir respuesta alguna por parte del monje. Fionlaürea se arrodilló al lado de Kon y haciendo uso de sus dotes de primeros auxilios, comprobó que no había fractura y vendó la herida; dejando al monje como nuevo.
El incidente con la piedra les había hecho entretenerse un poco más de lo esperado, apenas veían nada, la noche estaba entrando, y el silencio era mortal, no se oía nada, excepto el murmullo de las hojas al ser agitadas por la ligera brisa y los pasos y voces de los aventureros.
Sadlemor descolgó su mochila, y saco una linterna, la cargó con un frasco de aceite, y con su yesca la encendió, permitiendo así al grupo ver por donde andaban, aun exponiéndose a los ojos ajenos.
Tras dialogar durante un pequeño rato, decidieron ir en busca del agresor, y dejando atrás el camino, cada uno con sus armas en mano y con la elfa en cabeza; pués como bien es sabido, los elfos pueden ver a la luz de la luna tan bien como si fuese de día, retomaron la marcha, internándose cada vez más en el Bosque de los Trolls. La oscuridad alcanzó su punto máximo, y cuando llevaban más de 3 kilómetros andando, la elfa dio el paro al grupo; le había parecido ver como algo se movía a su derecha, entre unos arbustos. Migueru se acercó a la cabeza y susurrándole a la elfa pregunto a que se debía la demora, ella se lo explicó, y sin pensárselo un momento, el Rohir cogío una piedra y la lanzó a los arbustos. No sucedió nada…
Retomaron la marcha, pero no mucho más tarde, Kon dio el paro al grupo. Se encontraban en una pequeña zona despejada, donde por un pequeño resquicio entre las ramas de los árboles entraba un rayo de luna que dibujaba en el suelo una especie de cruz. Fue ahí donde se arrodilló el monje, y sin mediar palabra empezó a excavar; había decidido que ese era el lugar donde daría entierro al lobo.
Todos se tomaron un descanso, pero ninguno se atrevió a enfundar sus armas, excepto Atharaigas, que ni siquiera se había molestado en sacar su lanza.
Cuando el agujeró era lo suficiente hondo, como para enterrar a un perro, el monje dejó de cavar, y alzando las manos en dirección al hueco por donde entraba la luz, comenzó a entonar una canción de despedida, una triste melodía a la que los lobos de los alrededores se unieron con sus aullidos. Fue entonces, mientras Kon cantaba, que noto algo fuera de lo normal, y al mirar hacía atrás tubo el tiempo contado como para levantarse de un salto y bloquear con un ágil movimiento de brazos el mazazo que Oldon le habría pegado por la espalda si este no se hubiese apartado a tiempo.
Todos los demás presentes quedaron sorprendidos, nadie se esperaba esa reacción por parte del enano; y fue entonces, cuando para mas sorpresa, el monje, se puso en pié y salió a sprint, corriendo en dirección contraria a donde se encontraba el enano, internándose en la oscuridad.
Migueru le vio a Oldon las intenciones, y decidió acercarse, antes de que ninguno de los dos cometiera una estupidez; y fue mi acertado por su parte. Mientras, Fionlaürea se adelantaba unos metros, internándose en la oscuridad, Sadlemor avanzaba tras Fionlaürea, sumiendo a los demás en la penumbra, ya que la linterna la portaba el; y Atharaigas, el Beórnida, seguía impasible.
Fue entonces, cuando Oldon, al darse media vuelta y divisar a Migueru, armado con espada y escudo, decidió que si no podía descargar su irá con el monje lo haría con el Rohir; y golpeó con su maza a Migueru, que sin apenas esfuerzo bloqueo el golpe con su escudo Rohirrim y devolvió el espadazo al enano, aunque este también bloqueo el sablazo son su maza, y de esta manera, no hubo heridos… de momento.
Y que paso después? Pocos metros había recorrido Kon, cuando se dio cuenta de su estupidez, y de esta manera, dio media vuelta y corriendo como alma que lleva el diablo volvió a la misma posición donde había sido agredido. Los presentes no podía contener su asombro, y Atharaigas, que se olió algo, dejó su forma humana y se transformó en Oso, un gran Oso Pardo, de casi dos metros y medio, capaz de tumbar un árbol de un zarpazo, y poco a poco, se acercó hacía la posición del enano, y hacía donde se dirigía el monje suicida.
Migueru, sorprendido y a la vez disgustado por la insensatez del monje, decidió no inmiscuirse y así, siguió andando, para reunirse con Sadlemor unos metros más adelante.
Kon apareció entre los árboles, corriendo, se acercó al enano mientras este todavía seguía de espaldas, y cuando apenas estaba a un metro de el, intentó arrebatarle la piel de lobo y huir a la carrera de nuevo, haciendo un duro quiebro, pero cual fue su sorpresa, cuando al amagar, una de sus rodillas crujió, y no solo eso, sino que se partió, reventó literalmente, como si le hubiese pasado por encima una carreta cargada de rocas, y así, sin conseguir la piel y con una rodilla destrozada, el monje cayó al suelo, aturdido por el intenso dolor, y apenas a dos metros del enano que ansiaba matarle.
Kon no podía hacer otra cosa más que morder la hierba del suelo para no gritar, estaba a medio metro escaso del agujero que había cavado para el lobo, aunque ahora parecía estar destinado a ser su tumba…
El enano se dio media vuelta y se encontró con ese presente, a su lado, el monje indefenso tumbado en el suelo, ¿Qué haría?
Unos metros mas adelante, usando su agudo oído de elfo, Fionlaürea se percató de que algo andaba mal, no podía abandonar a su compañero, y corriendo volvió al claro, cruzándose por el camino con Sadlemor y Migueru, los que sorprendidos, también volvieron corriendo.
Si se demoraban, la vida de Kon corría peligro… allí estaba Oldon, maza en mano y alzada para dar el golpe de gracia a Kon que yacía bocabajo mascando hierba como una indefensa ovejita a la que el lobo acecha desde la espesura, pero justo en el segundo en que el enano se disponía a dar el golpe de gracia en la casi oscuridad absoluta en la que se hallaban, Atharaigas el Beórnida dio señales de vida, dejándose ver al lado del monje, y cubriendo a este con su enorme cuerpo y enseñando los enormes dientes en señal de amenaza.
El enano no fue capaz de asestar ese golpe, pues el Beórnida era demasiado enemigo para él, y así, cuando el claro se iluminaba de nuevo con la luz que portaba Sadlemor, Oldon se sentaba en el suelo, mirando hacía la espesura mientras Fionlaürea se arrodillaba al lado de Kon, inspeccionando la fractura.
Atharaigas ya había cumplido su parte, así que se aproximó a un árbol y lo escaló, quedando camuflado por completo en la oscuridad de la noche.
La elfa estaba reconociendo la herida, cuando tocó donde no debía y algo en la rodilla de Kon crujió, debió dolerle mucho, porque el gritó que se le escapó dicen que todavía se escucha en aquel bosque en las noches de luna llena…
Después, suavemente, vendo la herida e inmovilizó la pierna del monje, dejando a este tullido durante al menos un par de meses.
Sadlemor, haciendo alarde de su buen compañerismo, se acerco a un árbol y cortó una de las ramas bajas mas gordas, y una vez pelada, ofreció al monje el bastón que el mismo había improvisado para el.
La aventura continúa, pero ya la seguiré en otro momento. Por inverosímil que parezca las cosas sucedieron así, y como bien es sabido, la mente de un jugador de rol es impredecible, aquí queda demostrado.